Naná
Hace un tiempo que olvidé como se escribe un poema, a veces intento con prosas e incluso continúo con crónicas, pero me salen un sin fin de palabras que no son ni felicidad ni un ansiolítico para calmar la ansiedad. Aunque bien podría decir que este escrito se refiere a la derrota, porque alguien perdió; no llegó a encontrar su devoción ni creyó en el último mandamiento y en los meses que siguieron a la tragedia la amé por sobre todas las cosas. Naná, mi abuela, se suicidó en una tarde calurosa de verano; era diciembre y estaba cargado de todo eso que trae fin de año a cuesta; puedo afirmar que ella siempre tuvo sueños y de los buenos, aún así no se cumplieron. Hoy pienso que no sé si se alegrará de haberlos tenido. Siempre tuve poco recuerdo de mi infancia, como si parte de la niñez se empecinara en llevarse al olvido lo efímero. Cuando quise hacer algo me encontraba siendo una empleada de ocho horas con recelo a los domingos, cruzando mal las avenidas, rezando solo en causas urgent