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Final

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  El horóscopo ese día dijo que sea amable y breve. Toqué el timbre, esperé una respuesta y entré con la certeza de tener el poder de mentir y de ser creíble. Soy la rata en la alacena evitando hacer ruido con algún paquete de galletas, sentí pánico. Soy la cara de la culpa; típico de la que hace las cosas mal; soy la que golpea y jura que nunca más se va a repetir, soy la que hace y deshace, soy la que abandona; soy patológica; me dije. Me senté cerca y vi como me apartó de su circunferencia, de su ángulo llano. Sentí el amor y la indiferencia. Un todos contra todos. Soy un holograma, el estorbo, la foto que está guardada en un archivo oculto de un e mail viejo, soy un correo no deseado; la que cae a la fiesta sin ser invitada, la que se va por unos días y te toma por sorpresa, te revuelca, te retrasa; soy la que altera los valores en la sangre. A veces me pierdo y me olvido de que soy esto; la imagen de eso que quiere olvidarse todas las mañanas y mira hacia el techo, pero todavía no

Ruinas

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Corrían los años 90´ y aún iba a la secundaria. Estábamos en la eterna clase de historia antigua, no es que el contenido no haya sido interesante, simplemente que yo sentía que esa realidad tan lejana atrasaba. Usaba el cabello suelto y no acostumbraba a taparme la boca al reír. Salía de la escuela y el clima era tan suave que pensaba que los únicos problemas que existían tenían que ver con mi nariz congestionada. Hoy pienso que no es una frase, más bien lo digo como una eterna plegaria.  La vida por ese entonces se disputaba entre dioses y olimpos, la inmortalidad, guerras en mundos paralelos, la Capilla Sixtina, una humanidad sin humanos, sueños sin infancias, las siete plagas y las pestes, que de una forma u otra llevaron al mundo de un momento a otro a la ruina misma.  Obsesionada por entender un poco más de ese desmadre llegué a la RAE, que en resumidas cuentas, define la palabra Ruina como a la acción de caer o destruirse algo. Me preguntaba si podía aplicarse a todos los tiempos

Tijeras

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Soñé con tijeras,  ¿Qué mierda tengo que cortar? ¿Qué parte de mi cuerpo está de más?  Soñé con tijeras, El oráculo decía algo de la fertilidad y un montón de cosas que no pude entender y mientras limpiaba el baño pensé que hace un montón de tiempo que hablo solo con nosotros.  Me preguntaba quiénes éramos nosotros.  Pensé en tijeras y en todo lo que no corté a tiempo.  Soñé con tijeras,  Y se cortó la luz, prendí la vela que encontré en el último cajón, estaba usada pero para lo fines prácticos dio resultado.  Mientras giraba el foco quemado recordé una discusión en la cual te decía de que ni siquiera podías cambiar una bombilla de luz y en cómo se agotaba lo último de mi esperanza en que algo de esto cambie.  Supongo que la tijera siempre estuvo en ese sitio pero nunca la pude ver.  Soñé con tijeras, Me desperté asustada, miré mis falanges y descubrí que aún tenía todas en su lugar, las uñas limpias y bien cortadas.   Le preguntaba al silencio el motivo por el cual me faltaba tu anil

Oportuno

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  Es bueno viajar de vez en cuando a un lugar que creemos escoger, llegar y que nos retuerzan como repasador empapado. Vas en un subte y te topas con cuerpos equivocados, como el tuyo y el mío que vaya a saber porqué, cómo, cuándo y dónde tuvieron el derecho de coincidir. Tengo la espalda huesuda, a veces cansada. Me gusta dormir en lugares incómodos porque disfruto de lo inconciliable, de los intermedio, porque soy del equipo de los tibios.  Estar en medio de la marea y hacer la plancha porque a veces uno tiene atascado un cascote en el pecho y no sabe con qué o con quien quedarse.  Es bueno viajar de vez en cuando y llegar para arruinar lo que vinimos a arruinar porque hay que empezar de nuevo, otra vez, porque la línea va torcida, está todo al revés y lo que nos queda a los fallados es la prepotencia, es salir y aceptar de una vez en cuando las cosas que nunca pasan, pasan.  Cuando me fui, guardé lo poco que tenía por el presentimiento de que todo está mal en este infierno de país,

Mentiroso

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  Sentado, bien sabía que no era necesario hacer todos esos kilómetros para poder superar toda esa situación. Y seguía sentado ahí, esperando con la mentalidad del que miente, del mentiroso empedernido, el mentiroso que todo el tiempo corre los límites, con cara del que te dice que te ama pero que tuvo que elegir a otro.  ¿Se puede caer más bajo?   El mentiroso, el viejo fulero, es sabio. Ya le vio los hilos a la vida, la dio vuelta y conoce el camino que recorre su costura y sabe que es una mierda, como así también sabe que las mentiras funcionan como una humareda, una gran quema de pastizales para tapar lo evidente porque sí, ¡pobre hombre hace lo que pueda con esa vida tirana!   A veces dice andate cuando quiere que te quedes; dice que te olvidó cuando en realidad te extraña, dice que ya desocupó la habitación cuando todavía no pudo ni siquiera desarmar las cajas que dejaste. Pero eso no cuenta como mentiras porque sabe lo que se esconde detrás de todo eso.   El mentiroso está en un

Calendario

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Cuando vamos a un museo y paramos a ver una obra, incluyo a todos, pensamos en Ernesto Sábato y en una de sus obras más populares, quizás con viento a favor alguien repare en nosotros y así comience una historia que sea digna de contar.   No recuerdo bien el mes en transcurría, yo estaba abrigada y con los mismos borcegos de constructor marrones.   La obra que me detuve a mirar era de una vietnamita que retrataba sus días a través de un calendario al revés; sí, vivía a destiempo. En pocas palabras, adoptó ese estilo de vida porque no conocía otro, de chica jamás festejó un cumpleaños, ni descansó en los feriados patrios; en su vida de adulta tampoco.   Por dentro, pensé en lo complicado de ese mundo y en lo relajado del mío. Vivir a través de fechas, par o impar, cumpleaños, días especiales, días olvidables. Tengo marcado en el calendario el día en que empezamos, no sé cuál de todos los comienzos es.   Regresé a mi casa pensando en lo interesante que sería poder desordenar el tiempo de

Naná

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Hace un tiempo que olvidé como se escribe un poema, a veces intento con prosas e incluso continúo con crónicas, pero me salen un sin fin de palabras que no son ni felicidad ni un ansiolítico para calmar la ansiedad.  Aunque bien podría decir que este escrito se refiere a la derrota, porque alguien perdió; no llegó a encontrar su devoción ni creyó en el último mandamiento y en los meses que siguieron a la tragedia la amé por sobre todas las cosas. Naná, mi abuela, se suicidó en una tarde calurosa de verano; era diciembre y estaba cargado de todo eso que trae fin de año a cuesta; puedo afirmar que ella siempre tuvo sueños y de los buenos, aún así no se cumplieron. Hoy pienso que no sé si se alegrará de haberlos tenido.  Siempre tuve poco recuerdo de mi infancia, como si parte de la niñez se empecinara en llevarse al olvido lo efímero. Cuando quise hacer algo me encontraba siendo una empleada de ocho horas con recelo a los domingos, cruzando mal las avenidas, rezando solo en causas urgent