Final

 



El horóscopo ese día dijo que sea amable y breve. Toqué el timbre, esperé una respuesta y entré con la certeza de tener el poder de mentir y de ser creíble. Soy la rata en la alacena evitando hacer ruido con algún paquete de galletas, sentí pánico. Soy la cara de la culpa; típico de la que hace las cosas mal; soy la que golpea y jura que nunca más se va a repetir, soy la que hace y deshace, soy la que abandona; soy patológica; me dije.

Me senté cerca y vi como me apartó de su circunferencia, de su ángulo llano. Sentí el amor y la indiferencia. Un todos contra todos.

Soy un holograma, el estorbo, la foto que está guardada en un archivo oculto de un e mail viejo, soy un correo no deseado; la que cae a la fiesta sin ser invitada, la que se va por unos días y te toma por sorpresa, te revuelca, te retrasa; soy la que altera los valores en la sangre. A veces me pierdo y me olvido de que soy esto; la imagen de eso que quiere olvidarse todas las mañanas y mira hacia el techo, pero todavía no puede y no sabe hasta cuando se va a sentir así, soy gastritis y ansiedad, soy el contratiempo que no funciona.

Soy la que le lastimó el ojo y después se lo curó como pudo, pero al menos lo hizo. Ese es su mantra para que yo no tenga la culpa de todo este desastre. 

Acerqué mi mano al sillón, no la toqué, pero estaba lo suficientemente cerca para olerme y percibir mi presencia. Entonces me miró y percibí que había bajado la guardia. 
No podía definir mi conducta, soy miope y tuve que acomodarme los anteojos para tener certeza de si me estaba observando o no. Y efectivamente, tenía sus ojos sobre mi rostro y no sabía qué palabra decirme. ¿Qué tendría dentro? ¿Hasta cuando íbamos a estar así? 

Tenía miedo que algo me explotara, de que la migraña por fin se expanda por toda la cabeza, de que el dolor de apéndice me avise que por tanto ignorarlo decidió mutar y ser una peritonitis y yo aprendiera por fin la lección. 

Silencio. Un eterno silencio. Eso éramos. Yo quería estar en el último rincón de una montaña, mirando el cielo y tratando de empezar de nuevo; quería parar y abandonar, acelerar y ganarles a los errores que cometí, quería acortar la distancia que hace que todo esto sea una penumbra. 

Siento fiebre, me duele el pecho. Pienso en el covid y en que mis cincuenta y tres kilos no lo van a soportar. Que treinta y nueve grados es alarmante para este cuerpo que se achica ante cualquier anomalía, que ya contagié, que encima de todo el caos vine con el virus, no lo merece y a esto sí no me lo va a perdonar. Tampoco esto otro. Ya perdió el olfato por eso me mantiene cerca, ya se disgustó tanto de la última vez que no saborea nada. 
Volver, estar, le doy igual. Quiero que me vacunen y que pase este invierno, que me cuiden, que me abrace y me diga que podría soportarlo todo, que no se hartó de mí. 

Seguimos en silencio y sabemos que podemos estar así todo lo que dure mi estadía. Ya me voy; dije en voz alta, imponiéndome, esperando que me detenga y me invite una taza con cualquier cosa, algo, lo que sea. Que me mienta, yo ahora sí estaba dispuesta a creer todo. Que algunas veces sí ve cosas mías, que no todo fue un futuro en común no proyectable.

Pero no quepo ahí, ya no hay nada mío, ni un rastro, ni una foto, ni una pintura, ni un objetivo. Diez de agosto, mayo, junio. Cambió las fundas de los almohadones, cambió. 
Tengo una nube de inestabilidad flotando sobre mi cabeza, me persigue esperando el descuido, otro descuido más, cualquier movimiento para atacar de nuevo. No hay nivel de aceptación hacia mí en esa casa, listo. Andate. 

La vida sigue, necesito un orden. Que me digan lo que tengo que hacer, volver al bloque de tiempo en que las cosas estaban bien, desde el día que se terminó para atrás. 

Miro por el ventanal de la casa, es solo suya. Sí, pudo lograrlo sin mí; éste es su hogar y no tengo nada que reprochar. Contemplé desfigurada como pasaba el tiempo y caía la tarde y como nos acompañaba en todo eso que no nos dijimos, en nuestra charla de periodistas, cuidando las formas, no vaya a ser que se nos escape algo de más. 

Se me escapa algo y lloro. 
Llora por verme llorar. 






Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Naná

Pretérito Imperfecto

Oportuno