Madrugada / 2


Me quedé en la parte en que pensaba de que la situación mejoraba.

 

Voy a optar por tocar los puntos esenciales de esta historia ya que luego del acontecimiento traumático; refiero a eso de despedir a alguien sin tener certeza de a dónde irá ya que todo depende de la creencia que cada uno lleva dentro.


Mi abuela nos reunió a todos en la mesa del comedor, prendimos las luces y yo me coloqué pegada a la ventana, con la idea de poder ser la primera en ver el vestigio de algún pedazo de amanecer. Colocó las manos sobre la mesa, se las agarró para evitar un temblor que cualquiera de los presentes ya había sido capaz de percibir; mi cabeza me trasladó a un recuerdo inventado de cuando era bebé y tarareaba una canción conocida para distraerme.

 

Dobló algunos papeles que traía consigo y se los guardó nuevamente. Nos dijo básicamente que no había ni herencias ni testamentos para repartir, porque habiendo revisado y escarbado por los agujeros de la cortina del tiempo ninguno podría valorar nada material porque el valor de las cosas tienen significado cuando las compartís con alguien que realmente importa.

 

Y ahí nos confesó una parte de la historia que ninguno sabía; ella se enamoró en un aeropuerto, cuando vio a mi abuelo despedirse de su madre con un beso y lágrimas en los ojos, en ese momento supo que quería a un hombre que sepa llorar por una mujer.

 

Todavía recuerdo su expresión y era de quien lucha consigo mismo para no pensar en las personas que había perdido; no por nada ella era la que tuvo que despedir a todos sus hermanos, padres, algunos hijos, marido y aún cargamos con la duda si tendrá que despedir a algunos de los presentes.

Algunos disimulamos lo que acabábamos de escuchar, otros se hicieron cargo de que dudosamente hayan sabido qué tipo de personas querían a su lado. La gran mayoría ya estamos divorciados, con trabajos de mierda, leyendo la parte del diario de las desgracias, metiendo la plata en plazos fijos, cambiando de religión para ver si ocurren los milagros; otros nos casamos por segunda vez y estamos tramitando el segundo divorcio, que lo parió; una parte crió hijos que no saben lo que quieren y otros que decidieron emprender sus vidas solos.

 

El caso es que ninguno de nosotros aún pudo encontrar y quizás nunca logre aquello que ambos supieron construir.

 

Ese día no amaneció, fue un evento que por lo pronto no ocurrió nuevamente; todos lloramos un poco ese día; como mi abuelo, cuando despidió a su madre en el aeropuerto.

 

 

 

 

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