Berlinare



 

Apenas llegué, esperé y me di con la noticia de que habían perdido mi equipaje, de amarrete no contraté un seguro, no tenia como reclamar en mi inglés escolar y mi alemán de Duolingo.


En ese momento se me vino a la cabeza todas las clases de inglés a las que no fui solo para ir a jugar al fútbol con los chicos del otro grado; la realidad es que yo no jugaba, los chicos juegan, yo compito; no quería terminar en el arco, quería tocar la pelota con los pies y quien sabe, comprarme los botines de cuero con mi nombre grabado.
Aunque los atributos femeninos no me conciernen, en el fondo sabía que el arco era todo lo que iba a tocar.


En la valija perdida tenía todo, salvo algunos documentos, un par de billetes y chicles. ¿Qué me iba a poner? ¿Cómo saldría en las fotos? Siempre fui la huelguista respecto a la gente que compra ropa en tiendas baratas y vuelve con el vestidor nuevo; todo esto dejaría al descubierto mis fallos, las discusiones sobre el consumismo y la felicidad

de gastar.


Me senté a esperar que todos se vayan de la cinta de equipaje, saqué de mi bolsillo el amuleto y decidí aferrarme; tomé fuerzas y ya estaba lista para marcar al 9 y convertirme en la héroe de mis propias desgracias. La señora con voz robótica de google me repetía: Hi, I lost my luggage; por supuesto que no me salían las palabras y mientras movía las manos miraba sorprendida lo superficiales que son las aerolíneas al poner a tremenda alemana con atributos físicos socialmente perfectos para

darme la mala noticia.


Seguía con mis limitaciones, sabiendo que nadie podía hacer nada, porque ante un problema la culpa siempre es del otro,

tuya o de nadie.


Salí, agarré lo que me quedaba y junto al dolor de espalda que me agarró, pensaba que ya tenía algo en la columna, me quedé en el equipo de los que no consiguen lo que quieren por la buena y simple razón de que yo misma tampoco lo logro.


Willkommen in Berlin. 

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